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Review del Festival Copenhell Día 4

  • Foto del escritor: Efecto Metal
    Efecto Metal
  • 29 ago
  • 5 Min. de lectura

La dicha de volver a este gran evento

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Último día de festival, y con mucho cansancio acumulado, igualmente llegamos bien temprano para ver a Heaven Shall Burn, banda que abría el escenario principal.

Se notó que el público también arrastraba fatiga: para una banda de semejante calibre, la concurrencia fue más baja de lo esperado. No me malinterpreten, había gente y varios fanáticos acérrimos, pero el grueso del público fue llegando más adelante en la jornada.

Esta presentación fue particular por varios motivos. Primero, Slipknot, cabeza de cartel del día, había achicado el escenario para las bandas con quienes compartía espacio, limitando el despliegue escénico habitual. Segundo, su cantante Marcus Bischoff enfrentaba un problema grave en la garganta, por lo cual llamaron a Britta Görtz para hacerse cargo de las voces. A pesar de estos inconvenientes, el show fue brillante: sonido potente, músicos comprometidos y una vocalista invitada que llenó unos zapatos enormes con identidad propia, sin caer en imitaciones. Con el correr del set, los presentes se fueron sumando al pogo y al agite que canciones como "Endzeit" o "Combat" merecían.


Terminado el show de los alemanes, fue el turno de los nü-metaleros Alien Ant Farm, banda que tuvo algo de notoriedad a principios de los 2000. Con un sonido por debajo de la media y canciones repetitivas, ofrecieron un show plano que no logró cautivar al público, salvo en contados momentos como el cierre con el clásico cover de "Smooth Criminal". Si bien intentaban generar clima con baile y actitud, se notaba la falta de ritmo y estado físico, afectando la ejecución general. Un show olvidable.

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Con el escenario principal ya con mayor concurrencia, aunque sin estar a tope, los alemanes Powerwolf tomaron el control desde el primer minuto. En contraste total con la banda anterior, ofrecieron una actuación sólida, energética y ejecutada con precisión.

El público deliró con todos esos himnos sobre guerras y leyendas, mientras los músicos arengaban sin descanso, desatando cantos, saltos y más crowdsurfing. Los más carismáticos fueron el vocalista y el tecladista, quienes se llevaron la atención por su constante interacción. Todo el set fue altísimo, pero destacamos "Armata Strigoi", "Dancing with the Dead" y el cierre con "Werewolves of Armenia".

Fuimos a chequear la presentación de Kim Dracula, artista que viene dando que hablar últimamente. La propuesta fue tan caótica como inclasificable: hardcore, metal extremo, pop e incluso saxofón. Cambios constantes de ritmo, variedad de voces y ausencia total de patrones definidos. Si bien valoro su originalidad y riesgo, no logró captar del todo mi atención.

Llegó el turno de uno de los pesos pesados del día: los suecos In Flames, que, vale decirlo, fueron la banda con mejor sonido del festival, con el perdón de Slipknot.

El audio fue potente, claro y balanceado, permitiendo apreciar cada detalle y arreglo con nitidez exquisita. Aunque el setlist se centró en la era más reciente de la banda, fue demoledor y ampliamente celebrado. El arranque con "Pinball Map", los clásicos "Only for the Weak", "Cloud Connected", y el cierre con "Take This Life" marcaron momentos álgidos. Las miradas se repartieron entre los guitarristas virtuosos y Anders Fridén, que pasó de la calma a una agresión vocal desbordante. Una presentación brillante, que sin dudas se metió en el podio de lo mejor del festival.


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En una de las presentaciones más abrasivas del día, Anaal Nathrakh desató el caos en el escenario Pandaemonium con un vendaval sonoro que no dio tregua. La introducción con “Acheronta Movebimus / Unleash” marcó el inicio de un set inclemente, que incluyó piezas como “More of Fire Than Blood”, “The One Thing Needful” y la explosiva “Forward!”. El dúo formado por Dave Hunt y Mick Kenney ofreció una actuación cruda, visceral y sin concesiones, con una sonoridad tan brutal como precisa.

La intensidad fue en aumento con “Hold Your Children Close and Pray for Oblivion” y “The Age of Starlight Ends”, mientras el público respondía con mosh constante. Hacia el final, el combo “The Road to... / Obscene as Cancer”, “Idol”, y “In the Constellation of the Black Widow” elevó aún más el nivel de agresión, para culminar con “Bellum Omnium Contra Omnes”, “Between Shit and Piss We Are Born” y el cierre implacable con “Endarkenment”. Una descarga breve pero demoledora, que dejó a la audiencia aturdida, fascinada y con la certeza de haber presenciado una de las actuaciones más extremas del festival.

Con la capacidad del escenario principal colmada, a las 21 horas en punto una extensa intro tomó los parlantes y la expectativa inundó el ambiente. Tras esa intro, comenzó la del primer disco, musicalizando la entrada de los músicos a escena. Ahora sí, la histeria y la locura se desataron con "(sic)" y "People = Shit", dos de los clásicos más agresivos de Slipknot.

En esta ocasión, pudimos ver finalmente a Eloy Casagrande tras los parches, y quedamos maravillados: precisión, fuerza y dominio absoluto del instrumento. El resto del grupo estuvo correcto, aunque algo más frío que lo habitual. Todos interactuaban con el público: tiraban objetos, bailaban o hacían cualquier locura que se les ocurría.Aunque varios tuvieron su momento de protagonismo (como Sid Wilson con su solo de DJ o Tortilla Man en "Duality"), todas las miradas estaban puestas en Corey Taylor, quien con carisma supo mantener al público prendido. Faltó Clown, por un problema familiar.

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El sonido fue fuerte, nítido y claro. Recorrieron canciones de todas sus épocas, y aunque fue uno de los mejores audios que les escuché, noté a la banda en “modo trabajo”: menos espontáneos, más centrados en cumplir que en disfrutar. Aun así, los fans acérrimos fueron felices. La parte final del setlist fue la más entretenida, con "Surfacing" y "Spit It Out" —aunque no hicieron el clásico ritual de hacer agachar al público antes del salto—. Punto en contra. El cierre llegó con la larga y oscura "Scissors", una rareza que dio fin a un concierto muy bueno, aunque sin sorprender del todo.

En esta ocasión nos dividimos: Matías fue a ver a Blood Incantation y yo me dirigí a ver a Sodom. Los alemanes salieron directo a los dientes del público con una lista cargada de clásicos y una actitud metalera y desprolija, muy influida por Motörhead, como siempre. Temas como "Nuclear Winter" o "Agent Orange" encendieron al público, aunque ya se notaba el cansancio general. Además, el audio no ayudó: la segunda guitarra sonaba demasiado fuerte y saturada, lo que opacaba al resto. A pesar de eso, a fuerza de himnos del thrash y la entrega de sus fans más fieles, el concierto salió adelante y fue bastante divertido.

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Blood Incantation tomó el mando del escenario Hades para pilotear la última nave del día hacia los confines del universo sonoro. La banda de Denver, maestros del death metal atmosférico y cósmico, apareció como entes interestelares listos para abrir portales de otra dimensión. Sin medias tintas, arrancaron con la ejecución completa de su último opus: Absolute Elsewhere, una obra que trasciende la música y se convierte en experiencia sensorial. Cada tema fue una mezcla alucinante de brutalidad técnica y pasajes espaciales que dejaban al oyente suspendido en gravedad cero. El viaje astral se potenció con “Inner Paths (To Outer Space)”, donde la distorsión se disolvía entre nubes de sintetizadores galácticos. El solo de synth fue una epifanía para los sentidos: psicodelia sci-fi a niveles siderales, puro trance alienígena.Y cuando parecía que no había más mundos por conquistar, descargaron “Obliquity of the Ecliptic” con una violencia mística que sacudió hasta los huesos. Un cierre tan infernal como celestial: perfecto equilibrio entre destrucción sonora y contemplación existencial.


Y así, un nuevo Copenhell llegó a su fin: un gran festival que nos dejó momentos inolvidables, nos trató muy bien y al que esperamos volver el próximo año.


Por Ignacio Azzarita

Fotos: Matías Zorrilla

 
 
 

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