“El grito de ¡Viva Pappo! era un grito de resistencia”

Paya Sosa trabajó con artistas de la talla de Los Violadores y, desde hace algunos años, realiza la muestra itinerante Expo Rock Nacional. Es fan de la obra del Carpo. Lo contactamos para que nos diera su visión acerca de lo que vivió en la época de los ochenta junto a Riff. ¿Qué pasó en Merlo, en ese show de Riff?
Todos esperábamos el gran show de Riff en Merlo, las huestes del metal, en el club Independiente de Merlo, donde los shows, ahí había tocado hasta Serú Girán, se hacían en el gimnasio y todos nos habíamos convocado con las camperas negras de cuero y cadenas. Al llegar, vimos que había canas por todos lados, inclusive con carros de asalto. Se había corrido la bola de que el show no se iba a hacer y ya estábamos cerca de la hora pactada para el comienzo. Entonces Riff llega con la camioneta del flete, pero no podía bajar porque el intendente había dado la orden de que el show no tenía que hacerse. Jamás nos devolvieron la plata de la entrada y dos productores que habían hecho el show después nos dijeron que, si bien no nos iban a devolver la plata, la entrada era válida para un show de Virus a realizarse en el cine de Padua, la estación contigua a Merlo. Después tocó V8 en el cine de Padua y fue como cobrarse una venganza por lo del “sitio de Merlo”, porque las huestes metálicas fueron a ver a V8 al cine de Padua, lo rompieron todo y nunca más fue cine.

¿Cómo se vivía en los recitales aquel grito de ¡Viva Pappo!?
Pappo era considerado un grasa, que lo seguían los grasas y que hacía rock cuadrado. En aquella época, en los ochentas, el grito de ¡Viva Pappo! era un grito de resistencia. Yo lo comparo con la resistencia de la que hablan los peronistas cuando aguantaban porque estaban prohibidos. Porque el rock estaba prohibido y había como una “edulcorización” de la música. Y esto lo vivió en carne propia La Torre cuando volvieron de una gira y, en el medio de un silencio en Obras, se escuchó el ¡Viva Pappo! o ¡Y dale Pappo, dale, dale Pappo! Es como el “Maradó, Maradó…” cuando lo cantan en las canchas de fútbol cuando el partido no es bueno y está todo para atrás. Era tal el peso que tenía Pappo que hasta Billy Bond tenía un tema que se llama “No te sobra una moneda?” y que en uno de los estribillos decía: “Esta noche toca Pappo, no me lo quiero perder”. Y esto se da porque Pappo fue un tipo fiel a sus principios y a su manera de tocar hasta las últimas consecuencias y que nunca transó con la moda.

La época de “Contenidos” fue una época de disturbios en los recitales de Riff, ¿no? Si, porque la imagen de la tapa de “Contenidos” era muy fuerte y Pappo no tuvo mejor idea que revolear una cadena desde el escenario en Obras y al otro día andábamos todos con cadenas. Esto le dio como cierto poder a la gente, porque siempre a la salida de los recitales de Riff había un carro con milicos y te esperaban a los palazos y te daban, y la gente batallaba. Ir a un show de Riff era resistir. Era plantarse frente a los milicos y decirles: “Nosotros somos heavy metal. Somos los muchachos de las camperas de cuero, no me jodas”, porque las camperas de cuero tenían una razón de ser, aunque ahora las usa cualquier boludo. ¿Cuál fue tu primer show de Riff?
El de “Adiós Pappo’s Blues, Bienvenido Riff”, en la sala de Boulogne Sur Mer. El afiche era amarillo y tenía la foto con los cinco, con Juan Haymes, que lo cagábamos a puteadas porque queríamos que cante Pappo. Y después también cagábamos a puteadas a Danny Peyronel porque salía con un teclado colgando re modernoso, y nosotros queríamos sangre, sudor y lágrimas. Nosotros queríamos que cantara Pappo y nada de teclados.

Por Sergio Giambruni y Ricardo Puiggrós
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