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Ciro Pertusi habla de Pappo y Riff

“El Carpo fue una parte importante de mi vida”

El otrora cantante de Attaque 77, Ciro Pertusi, es fanático de Riff y de Pappo en particular. Aquí cuenta cómo surgió ese sentimiento por la banda y el guitarrista.

¿Puede ser que hace muchos años, en el País Vasco y tocando con Attaque 77, hicieron en vivo dos discos completos de Riff?

No fue exactamente en el País Vasco. No me acuerdo exactamente en qué país de Europa fue, pero no había público y el dueño de la discoteca, un tipo divino, lo entendió porque sabía que veníamos de vender muchos discos en nuestro país y que, además, todos los lugares de Europa adonde íbamos, con su nivel y a su tamaño, siempre estaban colmados; pero hubo dos recitales que no: uno en un pueblo de España y el otro pudo haber sido en Suiza o Alemania. Ya habíamos probado sonido y, como habíamos llegado de tan lejos, el chabón (el dueño de la disco) nos invitó a comer algo. Sabía que no iba a ir gente, pero su idea era que nos divirtiéramos igual. Nos trató de primera y nosotros empezamos a tomar un poquito, a beber alcohol, y entonces dijimos de tocar algo; y tocamos todos los temas de Riff que sabíamos. Arrancamos por los temas que más nos gustan de “Macadam…”, luego seguimos con el primero, con “Rayo Luminoso”, “Debo Seguir Buscando”, “Maquinación”, “Mal Romance”, “Susy Cadillac”. Todos estos temas los hacíamos en la sala de ensayo también, porque todos éramos como muy de Pappo. Mariano (Martínez, guitarrista de Attaque 77) se crió con Pappo y con mucha música, pero con Pappo tenía como un maestro. Y yo también. Y Leo y Luciano (baterista y bajista de Attaque 77, respectivamente), que eran de una generación más joven, obviamente habían ligado los temas más hiteros de Riff, algunos de los más clásicos y que no eran de la gloria de los tres primeros discos, sino de la época de Halley. Riff es como que se dividía en etapas, pero son todas válidas.

¿Qué opinás de la etapa de “Riff VII”? ¿Te gustaba?

Sí. Para mí “Riff VII” es como para Motörhead “Another Perfect Day”, un disco raro, que es donde está el violero de Thin Lizzy tocando, que suena todo diferente… que es y no es. “Riff VII” tiene una magia que es única, pero todos sabíamos que no iba a durar demasiado porque lo lógico siempre fue Pappo, que era una pulsión, digamos, de polémica peronista, respetando los gustos ideológicos de cada quien (risas). Pappo era muy popular y muy querido, pero a veces resistido por la gente. Pappo tenía esa pulsión, pero era más popular que discutido. Igual que Perón, que siempre tuvo esa polémica a su alrededor, y era muy popular y muy querido. Pappo era indiscutido, porque podías tenerlo cantando al veinte por ciento de lo que podía dar y no importaba. A Pappo lo frustraron, y esta es mi creencia. Alguien lo frustró o alguien lo acomplejó diciéndole que él cantaba mal, pero él cantaba muy bien, sobre todo en la primera época de Pappo’s Blues y Pappo solista. Si vos lo escuchás cantar en temas como “Blues de la Estación”, tema de cuando él tenía veinte años y estaba con Los Abuelos de la Nada, ¡no se puede creer! ¡Lo que canta en Aeroblus no se puede creer! Y también en muchas partes de Riff: en fraseos, en unas tonadas. Tenía una voz muy particular, muy única, pero, para mí, alguien en la década del setenta se encargó de decirle que era muy cavernícola, muy rudimentario y que no podía nada más que esbozar una voz gutural.

Bueno, y si a eso le sumás que en un momento Riff trajo a Danny Peyronel para que cante porque decían que Pappo, para el mercado europeo, no iba a funcionar como cantante…Pero estaba buenísima la voz del loco, y ¡ni hablar de la conjunción de voces de Riff! Los tres juntos (Pappo, Vitico y Michel), que es el estilo que continúa hoy en día Vitico.


Me imagino que debés haber visto a Riff en vivo en varias oportunidades.

Yo vi la presentación de “Contenidos” en Obras. Fui dos veces. Dos días que se armó un quilombazo total. Yo era pendejito, tenía trece o catorce años, y me acuerdo del quilombo y de que yo me había ido con una cadena para lucir nomás, pero que había gente que se volvía loca con eso. La gente estaba contenida por la represión que había en esos años y justo a Pappo se le ocurre salir con una cadena. ¡No me lo olvido más! Al lado mío había una mina que era heavy-punkie, con campera de cuero, y era rarísimo ver a una mujer en un recital de Riff. Y a esa flaca yo me la había cruzado varias veces en el colectivo 143, que iba de Parque Patricios hacia Constitución. Yo volvía de laburar (o iba) y de vez en cuando me la cruzaba a ella. ¡Única! Una mina laburante, que era del palo, y yo también. Estamos hablando de 1983 o 1984, y en esa época vos te dabas cuenta quién estaba en el palo y quién no, porque no abundábamos en la calle. Por ahí veías a alguno con una remera de Krokus o de Saxon, y nada más.

¿Llegaron a tocar con Riff alguna vez, dado que Mundy Epifanio, quien fuera representante de Riff, luego trabajó con Attaque 77? Creo que, en 1992, en La Falda, pero no en el festival de La Falda: tocaba Riff, Attaque y una banda más, invitada. Attaque estaba fuerte y Riff estaba bien, pero era como un retorno de ellos. Nosotros ya casi estábamos con “Ángeles Caídos” y ellos con “Zona de Nadie”, y teníamos un poquito de miedo porque tanto Pappo como su público eran verdugos. Pero estuvo todo bien. Luego bajamos del escenario y los vimos a ellos, afiladísimos, la marcha que tenían ellos no la tenía nadie; la pegada de Michel, el bajo de Vitico… ¡eran tremendos! Pero terminan y Pappo y Vitico –creo– estaban prendidos fuego porque la gente pedía más y ellos querían seguir tocando, pero Michel había bajado la bandera del taxímetro y había desaparecido (risas). Y Pappo lo quería matar, lo quería boxear. Entonces bajó y yo me metí en el fuego cruzado, y le dije: “Carpo: tranquilizate que esto es una fiesta, es impagable. No te vuelvas loco. No te enganches con esto porque se va a arruinar, ya va a volver Michel, no se la va a perder”. Entonces me miró, me subió al escenario, y desde arriba me presentó y arengaba diciendo que ya iban a tocar más temas o algo así, hasta que Michel apareció y siguieron tocando. Fue algo hermoso, inolvidable.

¿Lo conocías a Pappo de antes, personalmente?

No, este fue mi primer acercamiento. Yo había ido a la casa de Pappo a los catorce, con un amigo, a tocarle el timbre, de fan, y me atendió el viejo con muy buena onda. Y estuvimos horas esperando a ver si el loco aparecía mientras le sacábamos data al padre, porque realmente lo queríamos mucho. Pappo era un ídolo y estar con el padre y que nos tirara data era como tenerlo al hijo ahí.


¿Qué otros recuerdos tenés con Pappo?

A lo largo de la historia se dieron cosas que yo jamás me hubiera esperado, porque yo iba a tocarle el timbre a Pappo a su casa de Artigas 1917. Yo por Pappo tenía un amor profundo, me formé con él y siempre le tuve respeto. Pero esa vez en Córdoba yo le hablé con confianza, porque no había alternativa y ese show tenía que terminar siendo una fiesta. Y terminó en fiesta. Pero él había arrancado crispado y se había bajado del escenario puteando. ¡Lo quería cagar a trompadas a Michel! Y nosotros sabíamos de estas peleas, porque Mundy nos contaba –porque él era uno más– que estas peleas eran como las de los cowboys, que no terminaban nunca. En Córdoba, en la época de “Macadam…”, Pappo y Vitico, una vez, se crisparon y se dieron piñas, piñas y piñas desde el lugar adonde habían tocado, después pasando por otro donde habían ido a tomar algo, y así hasta llegar al hotel. Y así iban por la calle vacía, con la primera luz de la mañana en un pueblo de Córdoba. Y al otro día estaban los dos lo más bien, como si nada hubiera pasado (risas). ¡Eran gente de otra época! Tenían un sobre-entendimiento. Para que la gente lo entienda, no siempre, con mera intención diabólica, volaban los golpes: esto era parte de nuestra cultura.

En el 93 compartieron una fecha en Halley con Pappo, organizada por la Heavy Rock & Pop (programa radial de la época).

Sí, éramos bandas de diferentes estilos y todos pusimos instrumentos para compartir. Estuvo Pappo, Rowek, Civile, los Ratones, Divididos y cada uno puso lo que podía dar. Y yo puse mi guitarra, y tanto Pappo como Mollo usaron mi guitarra, que es la que uso ahora, la cual la reformé casi toda aunque le conservé el diapasón porque lo habían tocado estos tipos sagrados. En los dos DVD que hay de la historia de Riff, en una de las fotos, en el DVD de la parte 1, Pappo sale con una guitarra roja, que es la mía. Ese día fue tremendo. Después, cuando con Attaque 77 grabamos el disco “Antihumano”, Pappo estaba en el estudio A mezclando “Buscando un Amor” y se nos apareció para ver cómo estábamos grabando nosotros y, como había confianza y Mariano estaba tocando un tema re pesado, Pappo le dijo: “Eso no se graba con ese equipo. Boludo, eso tenés que grabarlo con este otro”, y nos trajo un Riviera que tenía él. Pero Pappo lo que quería, en realidad, era que nosotros escucháramos su disco. Estaba como un chico, fue una cosa muy emocionante. Y nos hizo escuchar el disco de punta a punta mientras lo mezclaba, como si fuese un pibe de 18 años que te presenta a su banda. Después pasó que nosotros teníamos ganas de hacer un picnic ahí (parte de la propiedad del estudio Del Abasto al Pasto era un jardín inmenso), entonces tiramos un mantel grande y el loco se acercó y trajo vino, y terminamos de picnic con él. Y así toda la tarde. Después pasó lo que pasó y no lo podíamos creer. Yo estaba en Córdoba, caminando solo por un pueblo vacío, cuando Mariano me avisó que había muerto Pappo, y me agarró una tristeza inmensa porque sabía que se había muerto un pedazo de mi vida. Y me acuerdo que nos dijimos que menos mal que habíamos disfrutado de ese momento único en el estudio. Pappo había llegado a lo que él quería con ese disco y estaba muy feliz y contento con eso, es una maravilla for export, aunque a mí me gustan más los primeros discos de Pappo’s Blues, que son la cuna del stoner.




Por Sergio Giambruni y Ricardo Puiggrós



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