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El festival Metal Under Lujan 7: Una luz entre tanta oscuridad

Stereo Bar – 23/3/2019
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Entrada la noche y habiendo sorteado los más de 50 kilómetros que debía hacer, arribé a la denominada “Capital de la Fe” observando el contraste entre el progreso vial de la ruta 7 y el cuasi abandono en que la ciudad está sumida. Hace unos 5 o 6 años que voy o atravieso Luján para seguir viaje y año a año se nota el deterioro y la desinversión en una ciudad que debería ser absolutamente otra, por muchos motivos y razones.
 

En este contexto y con una basílica apenas iluminada por un par de reflectores, ahí nomás a unos metros, el viento que daba vida a la llama del festival, se llamaba Abismo, trío de Thrash Metal clásico. Con un show conciso y bien arriba, cumplieron a la perfección con su lugar en el festival, un puñado de canciones para que los menos conocedores se llevaran una muestra de lo que es la banda. Decididamente el Metal Under Lujan 7 estaba en marcha. Los primeros en llegar ya tenían sus remeras, discos y demás merchandising en mano y, ahora sí, era turno de la segunda banda de la noche: Misiva.

Formada por quién organiza ya hace 7 años el MUL: Ezequiel “Toto” Corsi, de quién podría escribir una nota aparte en cuanto a organización y calidad humana, pero me debo a esta crónica y también sé que él así lo quiere. Entonces prosigamos.

Con un show breve, como merecía la ocasión, se despacharon con canciones propias que dejaron a más de uno con ganas de más. Sonido rockero y explosivo por momentos. Cuarteto que sin dudas va a dar que hablar en breve.

Cerca de las 2 de la mañana, y con el doble de público que había llegado para la apertura de puerta, llegó el momento de Verdades Parias. Banda liderada por Eduardo Ezcurra, quien no necesita presentación alguna a esta altura, se despachó con un set propio casi por completo, con algún que otro giño hacia la banda que lo visibilizó en la movida, que hizo enardecer a más de uno, pero no fue más que eso, un guiño. Quizás eso también hizo estar un poco más atento a un show que tuvo la particularidad de contar con dos bateristas, seccionándolo en dos mitades, pero que no fue algo notorio musicalmente hablando sino todo lo contrario.

La voz de Ezcurra es una de las grandes del metal argentino sin lugar a dudas, para aquellos que quieren observar un poco más allá del registro agudo “característico” por supuesto, maneja matices muy particulares y propios. Interesante versión la que hicieron de la canción de José Larralde: “Sobre El Rocío”.

A esta altura ya no era necesario calentar más el escenario, sin embargo la necesidad y responsabilidad era mantener la temperatura y créanme que quienes siguieron cumplieron con esa tarea.

Oriundos de Mercedes, provincia de Buenos Aires, Voodoo, un cuarteto de groove metal con claras influencias en Pantera y BLS, pero con una impronta argentina inconfundible literalmente patearon cabezas con un show basado en su más reciente material: “Nueva Era De Agresión”.

Agustín Vitto, guitarrista y cantante del grupo, no paró de arengar a un público que respondió todo el tiempo haciendo pogo y coreando más de un estribillo. Un show de una hora de duración de otra de las gratas sorpresas de la noche. Sobran las herramientas para encontrar material de los mercedinos, háganlo que no se van a arrepentir.

Luego de Voodoo le llegó el turno a Rainmaker, banda que tributa a Iron Maiden.

En lo que denominamos under podemos encontrar cientos de bandas que hacen canciones de otras agrupaciones, pero creo haber encontrado con el tiempo una diferencia precisa: están las que hacen versiones (covers) y los tributos. De las primeras no espero más que eso: una versión, aunque a veces debo admitir haberme encontrado con grandes versiones. En cuanto a los tributos uno es más exigente y espera quizás algún tipo de perfección, es injusto, pero uno inconscientemente lo hace.

Dicho esto no resta más que aclarar que Rainmaker encaja perfecto en la categoría tributo o mejor dicho cumple con creces con lo que uno le exige a bandas que aplican a dicha categoría. La ejecución de clásicos como “Moonchild”, “Revelations” o “The Number Of The Beast” fue más que precisa y fiel a las originales. Un placer realmente.

A esta altura de la noche lo del público era digno de destacar. Lleno total del recinto demostrando que por más dura que sea la situación económica siempre resta algo para dar una mano. Admirable.

Y si de placeres hablamos, habiendo disfrutado de cinco bandas con propuestas diferentes pero con una causa común, la ayuda a quien más lo necesita, llegó la hora del acto final: Cavernal.

Otra vez el mentor y creador del MUL sobre el escenario, esta vez para bajar el telón de tremenda fiesta. Con invitados de las bandas Territorial, Resurrection, Bazofias y Moiras hicieron un repertorio de versiones entre las que sonaron por ejemplo “Post Crucificción”, “Sentir Indiano”, “El Visitante”, “Hasta Ser Libre” y “30000 Plegarias”, esta última precisa y exacta, habiendo transcurrido ya las primeras horas del 24 de Marzo y dejando bien en claro de esta manera unas cuantas cuestiones para reflexionar. Tantas cosas deberían advertirse de la música pesada que muchos pasan por alto o lamentablemente solo unos entendemos. Es evidente que ser parte, de cualquier manera, del heavy metal, te coloca inexorablemente en una vereda clara y concisa. Una vereda en la cual la sensibilidad cumple un papel diría casi preponderante por sobre muchas otros cosas que a priori parecieran ser las más importantes.

Yendo básicamente a la realización de este festival. Gente de todos lados unida por una causa que no fue necesario detallar demasiado para llevar a cabo tremenda noche. Integrantes de cada banda y colaboradores pagando su entrada en muestra de colaboración con el evento. Respeto absoluto arriba y abajo del escenario. Podría dar decenas de ejemplos pre y post MUL de gente que colaboró como y desde donde pudo y cada uno de ellos creo que fue parte de todo esto. Una noche increíble, que por suerte sabemos solo resta esperar un año para una nueva edición.
Ya en ruta y volviendo a casa mientras amanecía observaba más de una situación que me hacía reflexionar lo acertado que estuve allá en los comienzos de los noventa, en abrazar a la música, y en particular luego al heavy metal.

Algo debe de haber salido mal si el corolario de la semana de una persona es ir a un sitio en el cual unos cuantos muchachos pasados de anabólicos eligen quien entra y quién no, la suerte es conseguir una “ocasional” relación y más suerte aún, no terminar dentro de uno de los cientos de patrulleros que levantan a mansalva gente de la puerta de dichos lugares.

Ese era el paisaje de regreso, lamentable y triste, tal cual como encontré a Luján minutos antes de poner un pie dentro del Metal Under Lujan 7 que definitivamente, y sin lugar a duda alguna, representó una vez más, una luz entre tanta oscuridad reinante.
 

Por Sebastián G. Ruiz Díaz

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